TRES
CAPITULO III
MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA
Nací en las entrañas del vientre de mi madre, luego de derrotar a millones de espermatozoides de mi padre, hermanitos que fracasaron en su intento y fueron a parar a las alcantarillas de la ciudad de Cali, donde probablemente algunos lograron sobrevivir evolucionando a lagartijas o ratones. Mi primer año de vida transcurrió apaciblemente al cuidado de mi abuela y de mis hermanas mayores, Lily y Nury, quienes jugaban conmigo vistiéndome de niña y paseándome orgullosas en visitas a Roxana, madrina de una de ellas, pero también bajo la mirada recelosa de mi hermano mayor Marco Antonio, quien, como todo hermano mayor, pensaba que yo era un intruso a vencer o desaparecer y de mi hermana Teresa, nacida dos años antes. El año siguiente lo pase en la ciudad de Pasto, donde mi padre había sido nombrado operador de comunicaciones de la empresa MARCONI. Allí fui bautizado con cenizas del majestuoso volcán galeras que vigila la cordillera de los Andes, poblada de gente amable y laboriosa, quienes aunque colonizados por españoles brutos y de mal habla, latifundistas y terratenientes, permanecen orgullosos de su origen indígena prehispánica, defienden su cultura y sobre todo su música de flautas, tambores y guitarras, lamentos melodiosos que sensibiliza el alma al dolor, al sufrimiento, al amor, a la vida, a la madre tierra y a los semejantes. Esa música arrulló mis noches y mis días en los que permanecí en esa tierra, menos de un año, al cabo de los cuales nos fuimos a vivir a la ciudad de Armenia, donde nació mi hermana menor Maritza.
DÉCADA 1950 1960
A los 3 años en la ciudad Tuluá, donde vivimos un año, recuerdo un loco apodado "te morís" que causaba miedo y el hecho de haber sido arrollado por una bicicleta que me causó una herida en la cabeza. Visualizo el chorro de agua del baño para lavarme la sangre.

En Buga, a los cuatro años, una casa con antejardín ubicada en la carrera 14 entre calles 11 y 12, aproximadamente, donde jugaba con mi hermana Maritza, un señor de apariencia desconfiable, trato de alzar a mi hermana y sacarla por encima de la reja que protegía el antejardín, visualizo la escena llamando a gritos a mi padre y a él salir con un cuchillo en la mano persiguiendo a ese extraño personaje. Enseguida de esa misma casa había un lote, esquina de la manzana, donde llegaban diferentes espectáculos, circos con elefantes, ruedas de chicago con la música de la época, toldas de gitanos orfebres del cobre y adivinadores, vacas locas de fuego, varas de premio.
En esa misma casa recuerdo a mi padre reparando artículos eléctricos, como hobby o afición, me gustaba acompañarlo. Tenía una lamparita de madera en forma de castillo de la cual mi padre decía que allí vivían enanitos que yo buscaba tratando de encontrarlos, recuerdo el estribillo que repetía al despertarnos, "la cama tiene contador, la cama al pobre lo mata y si tiene mujer, lo acaba de joder". También recuerdo los collares de piola que nos colgaban en el cuello con una bolsita de trapo en cuyo interior colocaban piedra alumbre para prevenir la gripa y alejar los deseos y pensamientos eróticos. Recuerdo el delicioso tetero de agua panela con leche y las galletas macarenas, tratando de alcanzarlas sin permiso de nuestros padres, mi hermana tuvo una caída que le causó una herida en la boca. Por esos días las relaciones entre mis padres empezaron a andar mal. Ellos hacían fiestas en la casa muy alegres que terminaban en discusiones.
Al frente de esa casa vivía la familia Restrepo y al lado contiguo la familia Cadavid, quienes tenían nevera y mis hermanas mayores cantaban un estribillo que decía "Lucy Tamayo tiene nevera", en son de burla o tal vez envidia, pues mi padre nos daba suficiente alimentación y ropa, pero no le gustaban las cosas que para el eran lujosas o innecesarias, por convicción de humildad o por tacañería, cosa que distingue a los conservadores, fanáticos de guardar el dinero (la "platica") para sentirse sicológicamente seguros y con poder.
A la edad de cinco años empecé a tener plena conciencia de mi existencia, cuando estábamos viviendo en la ciudad de Buga, en la casa ubicada en la calle 9 entre carrera 12 y 13. Casa grande de fachada moderna, con 2 patios y un zaguán ancho con gradas para subir al pasillo que bordeaba el primer patio, separado por un muro grueso sembrado de matas veraneras con flores de diversos colores y geranios. A la izquierda estaba la sala y a la derecha un vestíbulo o hall esquinero que comunicaba a 2 piezas grandes con ventana a la calle. La casa era propiedad de una familia de apellido Ruiz, a la cual pertenecía Jairo Ruiz, tal vez el mejor amigo de mi padre. Era una familia conservadora, fanática, con fama de patrocinar bandidos llamados pájaros contra los liberales. Un miembro de su familia era cura, quien fue el más encarnizado enemigo del entonces novio de mi hermana mayor Lily, Barney Ospina. Se decía que esa casa había sido utilizada para matar personas y enterrarlas allí mismo, después de torturarlas.
Sucedieron fenómenos misteriosos en esa casa tales como visiones fantasmales de niños jugando alrededor de una abuela que se mecía en una silla, aullidos de perros inexistentes. Entre las más significativas y que produjeron mayor asombro, fue la sucedida a mi hermano mayor, con quien mi padre estaba compartiendo la cama por estar disgustado con mi madre, cuando una noche mi padre no fue a dormir por haberse quedando tomando licor y emborrachándose con amigos, y mi hermano lo sintió y lo vio, preguntándole al otro día, el por qué lo había visto tan pálido y sentido tan frio. Mi padre acostumbraba llagar borracho a la casa, siendo acompañado por un perro negro con ojos brillantes de visos rojizos, que misteriosamente desaparecía después de entrar a la casa. Lo que más recuerdo fue la sucedida una noche mientras rezábamos el rosario con mi abuela, como todas las noches, la voz conocida del amigo de mi hermano llamado Yedan Yedala, de ascendencia árabe, respondió el rezo de la Santamaría madres de dios, ruega por nosotros los pecadores..., desde el baño contiguo, como si se estuviera lavando las manos, habiendo fallecido unos pocos días antes, cuando estando de baño en el rio Guadalajara, se arrojó desde unos de los puentes, chocando su cabeza contra un tubo del acueducto municipal. Era una persona muy cariñosa y alegre, haciéndonos reír con sus travesuras, siendo conocido por toda la ciudad y de mucho aprecio con la policía.
En esa casa empecé a tener pesadillas como la de una bolita pequeña que iba creciendo y aumentado la intensidad del ruido al rodar sobre un tablero de cuadros como de ajedrez. Dormía tapándome con la cobija, totalmente, imaginando un mundo hecho contra los fantasmas.
Las peleas entre mis padres se agudizaron, causa de las borracheras e irresponsabilidad de mi padre y la alegre vida social que mi madre empezó a disfrutar en compañía de amigas, en bailes y paseos no muy recomendables. Mi padre empezó a amenazar a mi madre de matarla e hizo varios intentos en presencia nuestra con machete y cuchillo, siendo defendida por mi abuela y en varias ocasiones se tuvo que refugiar en casa de amigas.
Mi padre trataba de ganarse el cariño de nosotros sus hijos, con paseos y monedas que tiraba al piso cuando llegaba borracho. Mi madre nos regañaba cuando salíamos con mi padre. Esta situación nos confundía y nos llenaba de temor.
De esa casa me quedo la obsesión por visitar el cementerio buscando el nombre de Yedan Yedala, buscar la forma de combatir fantasmas, el recuerdo del taller de mi padre, una gran cantidad de llaves y cajones de madera en pino con los cuales elaboraba obras de carpintería mientras recitaba refranes relacionados con las noticias que escuchaba en la radio tales como: "ojo al Cristo que es de plata"; "dientes de barretón sacando rila de un rincón"; "Rojas Pinilla se cago en la bacinilla"; referida a la reciente caída del poder; "que pasa en cuba que la habana no se siente", referente a las noticias que llegaban de la revolución cubana.
También me quedo el recuerdo de una virgencita de plata, pequeña, que me regalo una amiga de mi hermana Lily, que se la entregue a mi abuela checha quien la conservo en su monedero por muchos años; los incendios ocurridos en el teatro granada y el almacén "el regalo", cerca de la casa, realizados por conservadores contra sus propietarios liberales y progresistas, en los tiempos agudos de la horrible noche colombiana.
A la edad de seis años, nos pasamos a vivir a una casa ubicada en la carrera 16 entre calles 7 y 8. Los trasteos se hacían en una carreta grande, con timón de carro, manejada manualmente. Era grande también con 2 patios, pero más cuadrada que rectangular como la anterior. El patio trasero colindaba con un colegio de monjas, san Vicente de Paul, edificio de tres pisos. Por las noches se escuchaban risas que mi abuela interpretaba como aquelarre de brujas. Una noche estaba con mi hermana Lily tarde de la noche, acompañándola mientras ella cosía ropa, sentimos un fuerte ruido de aleteo de alguna gigante ave que se posaba en el patio. Asustados nos fuimos a acostar.
Por esos días, mi padre y mi tío Luciano, junto a sus amigos Pedro y Benjamín López, se dedicaban a buscar entierros o guacas por todas partes. En el patio interior abrieron un hueco profundo, porque se veían lucecitas o chispas por las noches cerca de ese lugar, pero solo encontraron huesos humanos, pues en ese lugar hubo un cementerio, tal vez de aborígenes de la tribu "Bugas". También buscaban "guacas", en fincas, quien sabe de qué se trataba el asunto.
Mi padre monto un negocio de venta de discos que se llamó el "Bohío Musical", atendido por mi madre. Los boleros estaban de moda como "gotitas de dolor"; "voy gritando por la calle" y cantantes famosos como lucho gatica y Carlos Julio Ramírez.
Mi abuela empezó a padecer de ulcera crónica en el tobillo de la pierna izquierda y nunca hubo plata para hacerla operar o un tratamiento oportuno. Ella se aplicaba remedios caseros con yerbas y la mantenía vendada, mientras mi madre fue operada de inmediato de lo mismo, viajando a Bogotá, hospedándose en casa de mi tío Luciano, habiendo sido robada su maleta que colocaron en el vagón de la camioneta, cuando hicieron un pare en un semáforo.
Mi padre y mi madre seguían totalmente distanciados, adquiriendo mi madre el vicio por el cigarrillo y las pastillas para el dolor permanente de cabeza o migraña, intoxicándose con ellas en alguna ocasión que me causó pánico al verla en el suelo con la lengua morada y sin poder abrir los ojos, quejándose lentamente como si estuviera agonizando, mientras a mis hermanos no les importaba, pues se habían insensibilizado a las dramatizaciones, corrí a avisarle a los vecinos, quienes lograron conseguir un médico y salvarle la vida.
En ese barrio robaban mucho y en varias noches los
vecinos alertaban buscando ladrones en los tejados. El siete de agosto de 1957
ocurrió la explosión en Cali de varios camiones del ejército

cargados de dinamita que causo muchas muertes y damnificados. Recuerdo los carros que pasaban haciendo colectas de ropa y alimento para ellos. Este suceso fue utilizado como uno de los pretextos en contra del presidente general Gustavo Rojas Pinilla.
Mi hermana y yo nos pasábamos jugando y a veces nos quedábamos dormidos en el suelo, siendo recogidos por los cariñosos brazos de mi abuela checha para llevarnos a la cama. Era tan agradable esa sensación nos hacíamos los dormidos muchas veces.
Por esos días, mi padre perdió a su mejor amigo, Jairo Ruiz, quien se disparó un tiro en la sien jugando a la ruleta rusa. Recuerdo el rostro descompuesto por la tristeza mientras almorzaba vestido con camisa blanca de mangas largas, corbata y cargadera y revólver al cinto, más parecido a un jefe mafioso que a un jefe de oficina.
Cerca de la casa, en el barrio la merced, había una iglesia a donde mi abuela nos llevaba a misa y en navidad daban regalos a los niños. Recuerdo una cobija, una pelota y un carro rojo que me tocó a mí.
Solía visitar la casa de una familia amiga, Roberto Rengifo y Nidia de Rengifo, con cuyos hijos Samuel, Álvaro, Roberto y Carlos jugábamos. Tenían varios triciclos y bicicletas que me permitían montar. Tuve una bicicleta de la que recuerdo haber dado una vuelta a la manzana y llegando a la esquina de la casa me estrelle con un carro que estaba haciendo el pare. Me asusté mucho. La señora Nidia se mocho un dedo con la máquina de coser. El señor Roberto era militar, sargento y en una ocasión lo hirieron de gravedad. Educo a sus hijos con la severidad de la milicia. Con ellos y mi hermano jugábamos a los pistoleros imitando a los héroes y villanos de la literatura del oeste americano, Roy Rogers, Búfalo Bill, llanero solitario, entre otros muchos más.
Estuve totalmente inocente del sexo hasta la pubertad. A los siete años sentí por una vecina llamada Doris cuadros, una especie de interés romántico. Recuerdo que la bese en una escuela donde presentaban cine en horas de la noche en el patio principal, a la luz de las estrellas y la luna. A esa misma edad tuve el primer amigo llamado Jorge Victoria, a quien mi hermana Maritza le gustaba, y se besaron una vez en el baño de la casa.
A la casa acostumbraba ir mi tío Luciano todos los Diciembres y se hacían muchas fiestas. En Diciembre de 1958, no sé porque, me dieron deseos de irme a vivir con mi tío Luciano a Bogotá. Con el permiso de mi padre y las objeciones de mi madre y abuela, salimos un día lunes a las cinco de la mañana, en el carro de mi tío, un VOSLWAGUEN tipo escarabajo. El viaje fue agradable llegando a Bogotá a las ocho de la noche. Las luces de neón de los grandes avisos y los altos edificios, me descubrieron un mundo nuevo.
Llegamos al apartamento donde ellos vivian, en el centro, calle 10 con avenida Jiménez. Estaba rebujado. Era un quinto piso. Me toco dormir solo por primera vez en mi vida, en un sofá grande, en la sala, cobijado con gruesos y pesados ropones. Sentí mucho miedo, empecé a recordar los fantasmas de Buga, y como si estuvieran ahí, sentí que alguien jalaba la cobija. Pase la noche sudando escalofrío y temblando. Al amanecer, con la luz del día, me di cuenta que las cobijas por lo pesadas se resbalaron lentamente.
Lo primero que me prohibió mi tío fue el tinto. Extrañe a mi abuela, los tragos del tinto que nos daba, "para matar el gusano", en la cocina después de levantarnos y contar los sueños tenidos.
Su deseo era ayudar con mi estudio para que me hiciera abogado como él. Me compro mucha ropa y zapatos bonitos y finos. Mi tío acostumbraba escuchar un noticiero llamado contrapunto, y estaba de moda una radionovela, "los misterios de la casa verde" donde la protagonista era una mala mujer denominada Úrsula. Mi tío y su esposa Nora me trataban bien pero eran muy estrictos.
Entre a estudiar primaria en el colegio denominado "La nueva Colombia" y en dos meses aprendí a leer con la cartilla "LA ALEGRIA DE LEER, destacándome tanto que me pasaron a segundo grado, luego de haberme aprendido de memoria muchas lecciones.

Recuerdo canciones como "...rosa Linda, linda rosa que floreció junto al rio..."bambuco colombiano, "...Hungría de mis amores patria querida, llenan de luz tus canciones mi triste vida, vida de incierto y eterno andar, canta vagabundo tus canciones por el mundo que quizás el viento llevara hasta la aldea donde tu amor esta..."
Mi abuela Angélica vivía con mis tías Regina Y María en un apartamento cerca al de mi tío. Todas las mañanas arrimaba y ella me daba galletas y cucas para él entredía y me decía que aprendiera a leer para que le enseñara a una empleada que ella tenía. Los días eran grises y no sabía cuándo era medio día.
Mi tío era mezquino con el dinero. Cierto día se perdieron cinco centavos acusándome sin tener pruebas. En el colegio me encontré veinte centavos y creyeron que me los había robado. Esto hizo que le cogiera miedo al dinero, era peligroso tener dinero, podría ser acusado de ladrón. Muchos fines de semana se iban para la finca y me dejaban solo en el apartamento encerrado con llaves. Conocí a Consuelo y su madre quienes me invitaban a pasear los domingos sobre todo al parque nacional. En la terraza del edificio jugábamos el hula-hula, una rueda tubular plástica que se hacía girar alrededor de la cintura, "que pase el rey que ha de pasar" y otras rondas infantiles.
Como no me gustaba el pescado, me obligaban a comerlo encerrado en una pieza con el plato todo el día sin lograr su objeto. No me volvieron a dar huevo porque una vez dije que me sabía a pescado. Me obligaban a bañarme con agua fría. Cuando iban a cine me dejaban dentro del carro todo el tiempo. Recuerdo los cines de matiné, la quinta de Simón Bolívar donde me llamo la atención su historia. El programa de televisión del tío Mickey.
Cuando andaba con mi tío en el centro de Bogotá, el caminaba rápido, como huyendo o escondiéndose. Se encontraba con algún amigo y conversaban rápidamente, como dando instrucciones, alejados para que no los escuchara. Sus movimientos eran firmes y decididos. Eran los días del plebiscito convocado con el lema "tigre, león o elefante, el plebiscito sigue adelante" para lograr el triunfo del frente nacional, la alternatividad del poder cada cuatro años entre liberales y conservadores tras del pacto de paz firmado en la ciudad Española de Benidorm.
Las cartas que enviaba a mi familia, las redactaba Nora, la señora de mi tío. Hice la primera comunión con un desayuno en el colegio y una misa donde asistió toda mi familia que vivía en Bogotá. Los regalos que me dieron, entre una virgen de porcelana, se quedaron en Bogotá junto a los juguetes que había traído de Buga y la ropa que me habían comprado, con el argumento que le servirían a mi primo Diego cuando creciera.
Estando en la capital Bogotá, viviendo con mi tío Luciano me entere del liberalismo revolucionario, de las ideas de Jorge Eliecer Gaitán y de la guerra a muerte entre liberales y conservadores, cuando un suceso despertó mi curiosidad. Mi hermana Lily se casó con Barney Ospina, militante de las ideas revolucionarias liberales, perseguido por los conservadores, quien estuvo escondido en los llanos orientales cuando las guerrillas de ese partido se organizaron. Pasaron la luna de miel en una finca de propiedad de su familia por los lados de la ciudad de Buenaventura, que producía la fruta chontaduro, de propiedades alimenticias, del cual disfrutábamos por bultos. A los pocos días de estar allá, llegaron los bandoleros conservadores y los obligaron a salir esa misma noche. No lo mataron porque era conocido por mi familia conservadora.
Me entere de esto por una discusión que se dio comentando esta noticia entre mi tío Luciano, su señora Nora y un amigo de Buga llamado Pedro. Nora era liberal y mi tío me insinuó que gritara viva el partido conservador, ingenuamente repetí esa frase recibiendo como respuesta una cachetada de Nora.
Me inculcaban el odio hacia los muchachos de la calle, llamados gamines o "chinos", estigmatizando de paso al pueblo chino, cuya reciente revolución despertaba el odio capitalista, y a los negros como "peligrosos", seguramente temerosos de la conciencia histórica de haberlos mantenido en la esclavitud. Su pensamiento era totalmente fascista. Tal vez por esto mi primo Omaro y mi prima Gladis me preguntaban burlonamente que si no sabía dónde estaba parado.
En Diciembre de 1958, una vez termine el segundo grado de primaria como uno de los mejores alumnos, mi padre fue a Bogotá y le comunique que estaba aburrido y quería volver a Buga.
Mi padre le tenía mucho respeto, casi temor a mi tío. Aceptaron mi decisión y luego de comprar algunos regalos, emprendimos el viaje de regreso, demorado porque arrimaban a cada pueblo para conversar con amigos del partido conservador como en campaña política.
Al llegar a Buga sentí mucho calor, sus calles pequeñas retrocedían la historia. Mi hermana Teresa Había hecho la primera comunión, mi hermana Lilly se había casado. Sentí que la relación con mi hermano y mis hermanas, no era la misma. Yo me había vuelto muy delicado y sensible. Jugando con mi hermana Maritza nuevamente en una silla de madera, a irnos para el cielo, meciéndonos cada vez con más fuerza, caímos hacia atrás quebrando una de las materas preferidas de mi madre. Llena de rabia le pego a mi hermana y a mí no por lo recién llegado. Sentí temor y tristeza no pudiendo contener las lágrimas.
Con mi hermano se agudizaron las relaciones, en una de las peleas le lance un cuchillo que casi se le entierra en la barriga. Entendí que tenía que volverme violento para hacerme respetar.
En enero, me matricularon a tercer grado, cuando el curso iba por la mitad, en el colegio denominado "Luis Ángel Salcedo", en honor a su dueño, que de Ángel poco tenia. Me comparaba con mi hermano y me castigaba con reglazos, burlas y quedadas hasta tarde. Quise ingresar a la banda de guerra, pero las trompetas no me sonaban. En ese colegio estudiaba hijos de alcaldes como Saavedra y Tenorio. Ellos me ofendían diciendo que mi madre era una sinvergüenza. Me pelee con ellos en la calle, siendo separados por mi padre que afortunadamente pasaban por ahí. Nunca me pude explicar esta actitud contra mí, que se repetiría frecuentemente con miembros de los ricos, con insultos durante el transcurso de mi estadía en Buga, lo cual me dejo muy claro la diferencia de comportamiento entre las personas orgullosas, prepotentes, fruto de una educación de ricos para conservar y perpetuar su poder y la gente humilde derrotada históricamente.
Mi único amigo en ese colegio fue Ramiro Becerra, con quien en varias veces dejamos de asistir al colegio siendo castigado por esto. También me iba para donde mi hermana Lilly quien vivía en una casa situada en la calle 10 entre carrera once y doce, quien me alcahueteaba.
Para entrar a cuarto grado de primaria, me rebele contra el colegio "Luis Ángel Salcedo", donde al final se me reconoció mis capacidades y como desagravio recite un poema en el acto de clausura del año lectivo.
A mi hermana Maritza le gustaba y le mandaba saludos, enojándose conmigo por mis burlas. Con mi hermana, además de jugar y esperar que llegaran del colegio nuestros hermanos, sobre todo Teresa que nos llevaba melcochas, hacíamos mandados. En una ocasión, íbamos corriendo hacia la tienda, ella cruzo la calle sin fijarse siendo atropellada por una bicicleta que la arrastro varios metros.
Mi abuela me llevaba a Cali cuando se iba, por lo general cuando disgustaba con mi madre, a visitar su hermana Devora, madre de Águeda, casada con Jesús Santana padres de Jesús, Estela y Gustavo, quienes vivían en el barrio obrero, y donde su sobrina Virgelina quien vivía en el barrio la floresta. Con Gustavo jugábamos con los insectos como las avispas y las moscas.
En una ocasión, mi madre y mi abuela me llevaron a Cali y cuando el bus de "expreso Trejos" paro en la avenida Colombia con calle 12, mi abuela me bajo y mi madre siguió en el bus.
Cruzó el puente Ortiz hacia el norte de la ciudad
donde estaban los mejores barrios.

Me llevo a la casa del señor Marino Caicedo donde estuvo trabajando como empleada doméstica. A los días ella me envió para Buga y mi madre me recibió disgustada insultándome, sin saber lo que había pasado entre ellas.
Mi madre mandaba hacer sus vestidos a una señora hermana de Nidia Escobar de Rengifo y Guillermina Escobar de Pérez, quien trabajaba en Telecom, nombrada por mi padre, también era enfermera y nos aplicaba inyecciones a todos en la casa. Ella tuvo dos Hijos, Ramiro y Alonso, con quienes tenía una buena amistad. Con Ramiro Pérez fui por primera vez al teatro del Barrio Santa barbar a ver la película "EL TITANIC" y "el redentor". Su abuela hacia deliciosas dulces de "vidanca" a base de maíz cocido, azúcar, miel y panela.
En una de las últimas visitas de mi tío Luciano y Nora, les eche en cara el mal trato que me habían dado en Bogotá.
En ese año 1959 nos fuimos a vivir a la carrera 12 con calle tercera. Una casa grande. Diagonal a la casa, en la esquina, vivía la familia de apellido Libreros. Eran dueños de la finca los "chorros" ubicada en el corregimiento Mediacanoa. Mi primo Jesús Santana solía visitarnos con su madre Aqueda, prima de mi mama y sobrina de mi abuela checha. Con él, mi hermano, los hermanos Libreros Napoleón, Gerardo, Edgar y otros amigos fuimos a esa finca por varios días, haciendo un recorrido a pie, tanto de ida como de regreso. Por esa cuadra vivía también la familia Jaramillo, siendo Darío un gran amigo de mi hermano. Se entretenían haciendo trampas para cazar torcazas.
Estaba de moda la novela "Chan-li-po", en la cual se narraba una serie de crímenes en Constantinopla, cuyas víctimas eran escogidas pintando un círculo en la puerta de su casa. Mi hermano Marco se inventó un juego inspirado en esa novela. Mis hermanas Teresa y Maritza y yo nos escondíamos en algún cuarto y cuando salíamos nos tiraba un papelito enrollado y doblado en forma de v, lanzado con un caucho. Eso pegaba duro. Siempre me escogía a mí, lo cual termino con una enérgica protesta de mi parte, sentenciando que si él no se iba de la casa me iba yo. Su respuesta burlona como siempre, amarrando unos trapos a un palo cargándolo al hombro y haciendo el gesto de irse despidiéndose de todos, causo mucha risa en mi familia.
Mi hermano también me fastidiaba a la hora del almuerzo, a toda hora. Cuando peleábamos, mi abuela me defendía, y también le tiraba a ella insultándola.
Como escape, empecé a callejear con Edgar Libreros, vendiendo conos, estampas y oraciones a los peregrinos de la basílica del señor de los milagros. También le llevaba el almuerzo a un trabajador de BAVARIA, tomando "pony malta" gratis. Le llevaba plata a mi madre, lo que despertó desconfianza hacia mí sobre todo por parte de mi abuela, que era muy estricta con mi formación moral. Mi madre cerraba la puerta con llave para que yo no pudiera salir, entonces yo quitaba las aldabas inferior y superior que sostenían las puertas, con lo cual se abría la chapa central, escapándome.
Mandaba a mi hermano a buscarme y yo me divertía escondiéndome.
Hacia mandados, y en una de las primeras idas a la tienda del barrio, un grupo de muchachos vándalos, dirigidos por un personaje con el sobrenombre de "tombo", me amenazaron con pegarme. Le avise a mi hermano y salió a pelear con él.
Con mi hermana Maritza también peleábamos pocas veces, como una vez que en forma silenciosa, escondidos debajo la mesa de comedor por temor a mi mama, nos sorprendió doña Sofía, la madre de Barney. Mi hermana me estaba mordiendo la cabeza, dejándome la marca de sus dientes en la cabeza atusada. Ella me acusaba por todo. Le conté que el niño dios eran nuestros padres y por eso me castigaron.
Con Gerardo Libreros, hermano de Edgar, teníamos conversaciones y citas eróticas con Lucia, una vecina que era asediada por todos los muchachos de la cuadra por lo coqueta. Ella manifestó que solo quería estar conmigo. Lo único que hicimos fue rastrillar las nalgas y los órganos genitales.
La familia Calero tenía una tienda grande y bien surtida. Con el dinero que mi padre nos daba, un billete de 1000 pesos con un cóndor con las alas desplegadas, mecateábamos. Victoria Calero, hija del dueño de la tienda y hermana de Américo Calero, se enamoró de mí y me enviaba regalos con mi madre y hermanas. Murió de un tumor en la cabeza.
Ingrese al colegio "Luis Carlos Cobo" a estudiar cuarto grado de primaria, junto con mi hermana. Era mixto pero las mujeres tenían salones aparte. Hacían concursos o competencias entre los géneros. Mi hermana y yo nos destacábamos en nuestro grado. Recuerdo el dibujo de un manatí quedando grabado en mi memoria. Descubrí que podía dibujar bien.
En ese colegio conocí a Gerardo Quevedo, quien me invitaba algunos fines de semana a su casa finca en las afueras de Buga. Habían árboles frutales como la Toronja, mamey, guamas. Gerardo me apreciaba mucho. También estuve en su primera comunión.
También conocí a Ramiro Daza y Vanegas, cuyos padres tenían un granero en la galería. Andaba descalzo.
Las peleas entre mis padres nos habían traumatizado a todos. Cuando mi madre bailaba con alguien en las fiestas, yo empezaba a sentirme nervioso pensando en que ella estaba coqueteando y mi padre se diera cuenta y pudiera matarla, haciéndole escenas de rabia que ella me reprimía con castigos. Por esto, la coquetería de las mujeres las refiero a peligro de tragedias, por la cultura machista y el derecho de los maridos de matar a sus esposas por "celos, ira e intenso dolor", como ocurría frecuentemente por esa época no solo en Buga sino en toda Colombia. Mi padre se había enamorado en Cartago de una de las empleadas de Telecom y cada vez venia menos frecuentemente a Buga. En una ocasión me mando a Cartago por la plata de la comida y del arriendo. Conocí a Ivonne, su nueva mujer, recién separada de su marido, a quien mataron, rumoreándose de ser mi padre quien mando hacerlo. Era madre de 2 niñas, Olga Lucia y Estela, quien al parecer era hija de mi padre.
Estando en su oficina, en el cuarto piso de un edifico en el centro de Cartago, cerca al parque principal, vi estacionar una volqueta cerca a la entrada del edifico, cargada con una cantidad de cadáveres amontonados y mutilados de diversas formas como el corte de franela (sin cabeza) y de corbata (con la lengua de corbata). Ese mismo día, por la noche, estando la ciudad en toque de queda, nadie podía salir a la calle, mi padre se reunió con un grupo de personas con aspecto de bandidos, en una cafetería en la esquina del parque. Tomaban y se reían como satisfechos de algún buen suceso. Tiempo después mi padre me dijo que eran bandoleros entre quienes estaba el conocido "cóndor" (Jesús maría Lozano). A mi padre le llegaban amenazas de muerte en sufragios.
Cuando le confirme la noticia a mi madre, ella intento reconquistarlo pero fue demasiado tarde.
Mi madre empeoro su mal genio y con la migraña aumentada nos maltrataba, especialmente a mí. En cierta ocasión, a mi hermana Teresa se le perdió la plata de la mensualidad del colegio y al contarle, estando en la cocina mi madre, le rompió un plato en la cabeza, causándole un trauma que más tarde se le convirtió en migraña Psicosomática, además del puño que le pego mi hermano," sin querer queriendo", cuando burlándose de ella por "entelequia", según sus propias palabras, la amenazaba con el puño de abajo hacia arriba delante de todos.
Yo también le pegue un puño en el ojo cuando ella me recriminaba durante casi toda la noche, con rabia, por motivo de mi elevamiento, cuando me mandaron a comprar boletas para que ellas fueran a cine a ver la película cómica "el mundo está loco, loco" y yo entre al cine, olvidando que era para ellas.
Mi hermano se traumatizo cuando durmiendo en la pieza con mis padres, en la última ocasión en que ellos lo hicieron juntos, un enamorado de mi madre llamado Marino Caicedo, a esos de la medianoche, la llamo a la ventana para saludarla e invitarla a salir. Mi padre se ofendió y aprovecho el suceso para separase de mi madre y encomendarle a Marco la familia.
Desde esa noche, mi hermano se volvió noctambulo, se retiró del colegio y se dedicó a jugar ajedrez, a emborracharse y a maltratar a mi madre y a todos con más odio que nunca.
Uno de mis mayores traumas fue la burla permanente de mi hermano que siempre me califico de débil y contemplado, por mi aspecto y conducta delicada adquirida durante la estadía en Bogotá con mi tío Luciano, también por haber sido bautizado en tierra de gente de origen indígena, estigmatizados como brutos. Yo me sentía diferente.
Durante esta primera década de mi vida, el cariño y el afecto lo recibí de mi abuela materna, Teresa de Jesús, a quien le decíamos "abuela checha", o "chechita". Me protegía de la agresividad de mis hermanos, de la soberbia y represión de mi madre y de la benevolente indiferencia de mi padre. También recibí afecto de mi hermana mayor Lilly, pero se casó muy joven viviendo aparte. Era como si nadie esperara nada de mí y solo mi abuela afirmaba que yo iba a ser cura, cónsul o presidente.
Mi tío Luciano me quiso convertir en abogado o político, pero el año que dure en su casa de Bogotá, marco la tristeza y la soledad en mi expresión, y desato un deseo de venganza y agresión contra el trato injusto que recibía de la familia.
